Era una noche cualquiera. Me encontraba relajado en mi cama, navegando por los canales de televisión. Nada en particular me llamaba la atención, hasta que de repente, la pantalla se volvió estática. Un escalofrío recorrió mi espalda. La estática empezó a tomar forma, y poco a poco, un rostro emergió de la oscuridad. Era pálido, alargado, con ojos negros que parecían perforar mi alma. Una sonrisa macabra se curvó en sus labios, y una voz gutural resonó en la habitación: "Trecker". El terror me paralizó. La imagen desapareció tan rápido como había aparecido, pero la sensación de ser observado persistió. Esa noche no pude dormir, la imagen de ese rostro macabro se repetía una y otra vez en mi mente. Al día siguiente, fui a trabajar, pero no podía concentrarme. Sentía que alguien me observaba a cada momento. Al caer la noche, volví a casa y encendí la televisión con temor. Y ahí estaba, Trecker, mirándome fijamente desde la pantalla. Esta vez, no pude soportarlo. Salí corriendo de la habitación y me encerré en el baño. Lloré durante horas, sintiendo que estaba completamente solo. Al día siguiente, decidí que tenía que hacer algo. Tomé un martillo y me dirigí a la sala de estar. Con todas mis fuerzas, golpeé la pantalla de la televisión hasta que se hizo añicos. Pero Trecker no había desaparecido. Seguía ahí, de pie frente a mí, con una sonrisa burlona. Aterrorizado, corrí hacia la puerta, pero estaba cerrada. Trecker se acercó lentamente hacia mí. Cerré los ojos y esperé el impacto, pero no llegó. Cuando los abrí, Trecker había desaparecido. Salí corriendo de mi casa y caminé sin rumbo durante horas. Nunca más volví a encender la televisión. La imagen de Trecker quedó grabada en mi mente para siempre. Y aunque ya no lo veo, sé que él siempre estará ahí, acechando desde las sombras, esperando el momento perfecto para volver. Unos días después, mientras dormía, sentí una presencia en mi habitación. Abrí los ojos y vi a Trecker parado al lado de mi cama. Su sonrisa era más amplia que nunca. Antes de que pudiera gritar, sentí sus manos frías alrededor de mi cuello. La habitación se volvió negra, y lo último que escuché fue la risa macabra de Trecker.